Diciembre 7, 2024

Parroquia Nuestra Señora de la Buena Esperanza

Santuario San Sebastian de Panimavida

Eucaristía del Miércoles 24 de Julio de 2024

Miércoles de la décimo sexta semana del tiempo ordinario

San Charbel Makhlüf, presbítero

Memoria libre 

Color: blanco

José Makhlüf nació en 1828 en el seno de una familia campesina del Líbano. Su vocación se inicia con la vida monástica. Al ingresar al noviciado, escoge “Charbel” como nombre de consagración. Como sacerdote de la Orden Maronita, tuvo una vida ejemplar de oración y apostolado. En 1875 recibe autorización para la vida ermitaña. Con una gran austeridad, se dedicó a la oración y la penitencia. Murió el 24 de diciembre de 1898.

Al beatificarlo durante la clausura del Concilio Vaticano II, Pablo VI dijo: “Un ermitaño de la montaña libanesa está inscripto en el número de los bienaventurados… Un nuevo miembro de santidad monástica enriquece con su ejemplo e intercesión a todo el pueblo cristiano. Él puede hacernos entender, en un mundo fascinado por las comodidades y la riqueza, el gran valor de la pobreza, de la penitencia y del ascetismo, para liberar el alma en su ascensión a Dios”.

Antífona de entrada 

El Señor bendecirá a los hermanos que, unidos, glorifican a Dios.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que llamaste al presbítero san Charbel, al combate espiritual en la soledad del desierto y lo enriqueciste con un amor generoso y compasivo, concédenos imitar la pasión del Señor y alcanzar su reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. 

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Te había constituido profeta para las naciones.

Lectura del libro de Jeremías     1, 1. 4-10

Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamín.

La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: “Antes de formarte en el vientre materno, Yo te conocía; antes de que salieras del seno, Yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones”.

Yo respondí: “¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven”. El Señor me dijo: “No digas: ‘Soy demasiado joven’, porque tú irás adonde Yo te envíe y dirás todo lo que Yo te ordene. No temas delante de ellos, porque Yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-”.

El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: “Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar”.

SALMO RESPONSORIAL    70, 1-4a. 5-6b. 15ab. 17

R/. ¡Mi boca anunciará tu salvación, Señor!

Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme! Por tu justicia, líbrame y rescátame, inclina tu oído hacia mí, y sálvame.

Sé para mí una roca protectora, Tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque Tú eres mi Roca y mi fortaleza. ¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío! 

Porque Tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre; desde el seno materno fuiste mi protector. 

Mi boca anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación. Dios mío, Tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he narrado tus maravillas.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO

Aleluya.

La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo; el que lo encuentra permanece para siempre. Aleluya.

EVANGELIO

Dieron fruto centuplicado.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    13, 1-9

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.

¡El que tenga oídos, que oiga!”

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