Julio 27, 2024

Parroquia Nuestra Señora de la Buena Esperanza

Santuario San Sebastian de Panimavida

Eucaristía del Domingo 04 de Septiembre de 2022

Domingo vigesimotercero del tiempo ordinario
Salterio III
Color: verde

INTRODUCCIÓN

A pesar del mensaje exigente que el Señor va entregando a sus seguidores camino a Jerusalén, el evangelio de hoy nos muestra que una multitud sigue a Jesús. Por lo mismo, el Señor se detiene y les aclara las dificultades que implica seguirle. El Señor les invita a tomar el peso de la opción que van a hacer, pues si lo van a seguir, debe ser como verdaderos discípulos, y no como simples curiosos. Estas recomendaciones son muy válidas para nosotros hoy.

Son tres elementos los que considera el Señor:

–          El amor a Dios es lo primero: no se trata de que el amor a Dios reemplace el amor a otras personas, sino que el amor a Dios transforma todas nuestras relaciones. El amor a nuestros seres queridos, lejos de disminuir, se acrecienta cuando es desde el Señor. No es una competencia de a quién se ama más, no se trata de reemplazar un amor por otro, sino que el amor a Dios lo potencia y transforma todo.

–          Dispuestos a cargar la cruz: el cristianismo se trata de una vida plena de amor, que lo transforma todo. La cruz es signo del amor extremo del Señor por nosotros, que lo lleva al don de la vida. Así, la cruz es signo de vida y no de muerte. Cargar con la cruz no es una invitación a resignarse ante el sufrimiento de la vida, sino a estar dispuestos a dar testimonio de la fe incluso con la propia vida. Ser cristianos trae consecuencias, pues no es comprendido por el mundo de hoy. Hay casos extremos que conlleva persecución física. Pero para todos hoy significa cuestionamiento e incomprensiones. La pregunta del Señor es muy actual, pues frente al conflicto eclesial que vivimos, la tentación es a ocultar la fe, vivirla a mi manera y privatizarla, eliminando la pertenencia a la Iglesia.

–          Sentarse a calcular bien: bajo la figura de construir la torre o ir a la guerra, el Señor invita al discípulo a entender el “precio” que implica seguirle. Y el Señor es muy claro, diciendo que hay que estar dispuestos a renunciar a todo lo que poseemos. Este aspecto nos cuesta entender, pues tendemos a pensar que es una referencia simbólica. Pero hace varias semanas que venimos escuchando en el evangelio la radicalidad respecto al desprendimiento y nuestra relación con los bienes. No en un sentido de renuncia, sino en un sentido de liberarnos de aquello que nos produce ataduras. No se trata de botar lo que tenemos, sino de compartir con astucia nuestro tiempo, talento y dinero. El Señor nos ha encomendado la construcción del Reino, y para eso cuenta con nosotros, con nuestra capacidad y con nuestros bienes. 

En definitiva, escuchamos en el Señor una invitación a comprender que seguirlo es una opción radical. Participar de la eucaristía y de la comunidad debe transformar nuestra vida. A veces pareciera que nuestra vida sigue igual, pero el Señor nos invita a tomarnos en serio el ser sus discípulos y dejarnos transformar por él. Esto es la salvación, y ésta comienza hoy.

Antífona de entrada             Sal 118, 137. 124 

Tú eres justo, Señor, y tus juicios son rectos; trátame conforme a tu bondad. 

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, que nos has redimido para hacemos hijos tuyos, míranos siempre con amor de Padre, para que cuantos hemos creído en Cristo alcancemos la verdadera libertad y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. 

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

¿Qué hombre puede hacerse una idea de lo que quiere el Señor?

Lectura del libro de la Sabiduría   9, 13-18

¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios o hacerse una idea de lo que quiere el Señor? 

Los pensamientos de los mortales son indecisos y sus reflexiones, precarias, porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma y esta morada de arcilla oprime a la mente con muchas preocupaciones. 

Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra, y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo; pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo? ¿Y quién habría conocido tu voluntad si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu? 

Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría, fueron salvados.

SALMO RESPONSORIAL   89, 3-6. 12-14. 17

R/. ¡Tú has sido nuestro refugio, Señor!

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: Vuelvan, seres humanos. Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche.

Tú los arrebatas, y son como un sueño, como la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo…? Ten compasión de tus servidores.

Sácianos enseguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos.

SEGUNDA LECTURA

Recibe a Onésimo, no ya como un esclavo, sino como un hermano querido.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a Filemón   9b-10. 12-17

Querido hermano:

Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión.

Te lo envío como si fuera una parte de mí mismo ser. Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio. Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento, para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario.

Tal vez, él se apartó de ti por un instante, a fin de que lo recuperes para siempre, no ya como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano querido. Si es tan querido para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él por lazos humanos y en el Señor.

Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mí mismo.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO   Sal 118, 135

Aleluya.

Que brille sobre mí la luz de tu rostro, y enséñame tus preceptos. Aleluya.

EVANGELIO

El que no renuncia a todo lo que posee no puede ser mi discípulo.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas   14, 25-33

Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo terminar”.

¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Oración de los fieles.

Pidamos, hermanos, al Señor que escuche nuestras plegarias y atienda a nuestras peticiones:

Por la santa Iglesia de Dios, para que el Señor le conceda la paz y la unidad, la guarde de todo mal y acreciente el número de sus hijos, roguemos al Señor.

Por la paz del mundo, para que cesen las rivalidades entre las naciones, renazca en el corazón de los hombres el amor y arraigue entre todos los pueblos la mutua comprensión, roguemos al Señor.

Para que Dios, Padre todopoderoso, purifique al mundo de todo error, devuelva la salud a los enfermos, aleje el hambre, abra las prisiones injustas y conceda el regreso a los que añoran la patria, roguemos al Señor.

Para que el Señor nos conceda perseverar en la fe hasta el fin de nuestra vida y, después de la muerte, nos admita en el reino de la felicidad, de la luz y de la paz, roguemos al Señor.

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