Eucaristía del Domingo 26 de Febrero de 2023
Domingo primero de Cuaresma
Salterio I
Color: morado
INTRODUCCIÓN
La Biblia presenta al hombre como creatura de Dios, modelado por Él por amor y animado por su soplo vital. Colocado en un jardín donde todo es orden y armonía, donde el diálogo con Dios es pleno de confianza y de amor.
Con el pecado entra el desorden, es la desconfianza en la Palabra de Dios, es la tentación de querer ser como Dios, definiendo por sí mismo, por medio del conocimiento (la experiencia) el bien y el mal
El resultado es la conciencia de la propia desnudez, la incapacidad de dialogar con Dios y con sus semejantes.
Cristo es conducido por el Espíritu en el desierto. En Él se concentra la fidelidad de Dios. Cristo, en la prueba del desierto se apoya totalmente en la palabra de Dios: “Está escrito”. Cristo surge victorioso de la prueba, es un anticipo de la obediencia incondicional del Hijo amado, primogénito de la nueva humanidad. Jesucristo, el Hijo de Dios, se hace hombre para obedecer la voluntad salvadora del Padre y expiar los pecados del mundo.
Satanás en el desierto intenta seducirlo para que no cumpla la obra redentora según el proyecto de Dios, sugiriéndole llevar a cabo esta misión con prodigios espectaculares y, que conquistando el poder, nada habrían conseguido para tener salvación. Jesús rechaza la tentación y afronta una muerte cruel e infamante.
La Cuaresma es un tiempo de penitencia y participando en la celebración del misterio eucarístico contemplamos y gustamos toda la eficacia del sacrificio del Calvario. En los sacramentos nos acercamos y gustamos de los dones divinos de la salvación.
Antífona de entrada Cf. Sal 90, 15-16
Me invocará, y yo le responderé. Estaré con él, en el peligro, lo defenderé y lo glorificaré; le haré gozar de una larga vida.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso, concédenos que por la práctica anual de la Cuaresma, progresemos en el conocimiento del misterio de Cristo y vivamos en conformidad con él. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
La creación y el pecado de los primeros padres.
Lectura del libro del Génesis 2, 7-9; 3, 1-7
El Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.
El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer; hizo brotar el árbol de la vida en medio del jardín y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: “¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?”
La mujer le respondió: “Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte””.
La serpiente dijo a la mujer: “No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal”.
Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.
SALMO RESPONSORIAL 50, 3-6a. 12-14 .17
R/. ¡Piedad, Señor, pecamos contra ti!
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!
Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga. Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza.
SEGUNDA LECTURA
Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 5, 12-19
Hermanos:
Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.
En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se tiene en cuenta. Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso en aquellos que no habían pecado, cometiendo una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que debía venir.
Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos. Tampoco se puede comparar ese don con las consecuencias del pecado cometido por un solo hombre, ya que el juicio de condenación vino por una sola falta, mientras que el don de la gracia lleva a la justificación después de muchas faltas.
En efecto, si por la falta de uno solo reinó la muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo, aquéllos que han recibido abundantemente la gracia y el don de la justicia.
Por consiguiente, así como la falta de uno solo causó la condenación de todos, también el acto de justicia de uno solo producirá para todos los hombres la justificación que conduce a la Vida. Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 4, 4b
El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
EVANGELIO
Jesús ayuna durante cuarenta días y es tentado.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 1-11
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”.
Jesús le respondió: “Está escrito: “El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios””.
Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra””.
Jesús le respondió: “También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios””.
El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme”.
Jesús le respondió: “Retírate, Satanás, porque está escrito: “Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él solo rendirás culto””.
Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.
Oración universal
Intercedamos, amados hermanos, ante la divina clemencia, implorando la misericordia divina a favor de todos los hombres y suplicando el perdón para cuántos hemos pecado:
Para que, en este tiempo de Cuaresma, Dios conceda a todos los fieles la fuerza necesaria para luchar contra el mal, convertirse de su mala conducta y retornar al camino del bien, roguemos al Señor.
Para que quienes abundan en bienes de la tierra sepan moderar el uso de sus propias riquezas en provecho de los necesitados y no vivan absortos en los bienes de este mundo, roguemos al Señor.
Para que quienes se han alejado de la Iglesia a causa de nuestros escándalos o de nuestra tibieza se reincorporen a la familia de Dios, y a nosotros el Señor nos perdone el pecado de escándalo, roguemos al Señor.
Para que nuestros corazones lleguen a ser, por medio de la penitencia cuaresmal, aquella tierra fecunda en la que la palabra de Dios produce fruto del ciento por uno, roguemos al Señor.