Eucaristía del Domingo 10 de Diciembre de 2023
Domingo segundo de Adviento
Salterio II
Color: morado
INTRODUCCIÓN
Jerusalén, que en la tradición cristiana, es la imagen de la Iglesia, es invitada por el profeta a alegrarse en el acoger la luz y la gloria de Dios, que obra paz, misericordia y justicia en medio de su pueblo. Para tener un corazón en fiesta, es necesario cubrirse con el manto de la justicia de Dios.
Juan anuncia que hay que prepararle un camino al Señor. La necesidad de la conversión es urgente, porque el Señor está a la puerta. Las quebradas de nuestro corazón deben ser emparejadas para que transite por él Aquel que viene. Lo que está torcido en nuestra vida tiene que ser enderezado, para que conozcamos la salvación que se manifiesta en Jesucristo.
En este tiempo de Adviento, estemos alertas a las invitaciones que nos hace el Señor. Este es un tiempo propicio de conversión. El Señor está dispuesto, Él ya viene, preparémonos.
Antífona de entrada Cf. Is 30, 19. 30
Pueblo de Sión, el Señor vendrá para salvar a las naciones. Él hará oír su voz majestuosa, y llenará de alegría sus corazones.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y rico en misericordia, que nuestras ocupaciones cotidianas no nos impidan acudir presurosos al encuentro de tu Hijo, para que, guiados por tu sabiduría divina, podamos gozar siempre de su compañía. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Preparen el camino del Señor.
Lectura del libro de Isaías 40, 1-5. 9-11
¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios!
Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados.
Una voz proclama:
¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios!
¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies!
Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor.
Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: “¡Aquí está tu Dios!” Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.
SALMO RESPONSORIAL 84, 9-14
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Voy a proclamar lo que dice el Señor, el Señor promete la paz, la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra.
El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo.
El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de Él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos.
SEGUNDA LECTURA
Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pedro 3, 8-14
Queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. Sin embargo, el Día del Señor llegará como un ladrón, y ese día, los cielos desaparecerán estrepitosamente; los elementos serán desintegrados por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será consumida.
Ya que todas las cosas se desintegrarán de esa manera, ¡qué santa y piadosa debe ser la conducta de ustedes, esperando y acelerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los cielos y los elementos quedarán fundidos por el fuego. Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia.
Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que Él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Lc 3, 4. 6.
Aleluya.
Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Todos los hombres verán la Salvación de Dios. Aleluya.
EVANGELIO
Allanen los senderos del Señor.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 1-8
Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías:
“Mira, Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino.
Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos,” así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo”.
Credo
ORACIÓN DE LOS FIELES
Salgamos al encuentro del Señor, que se acerca a nosotros con designios de paz, y presentémosle confiados nuestra plegaria:
Para que la Iglesia viva alegre, sin inquietarse por nada, y, llena de esperanza, crea que el Señor está cerca de ella, roguemos al Señor.
Para que nuestro tiempo, con la ayuda de Dios, goce de seguridad, de alegría y de paz, roguemos al Señor.
Para que el Señor, con su venida, conforte los corazones abatidos y fortalezca las rodillas que se doblan, roguemos al Señor.
Para que nuestra fe crea firmemente en los dones que Dios nos promete y, ayudados por la gracia divina, nos dispongamos a recibir los auxilios que él nos envía, roguemos al Señor.