MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCOAL PUEBLO DOMINICANO CON OCASIÓN DEL AÑO JUBILAR ALTAGRACIANO
Saludo con afecto a los hermanos y hermanas de la querida República Dominicana, que se están preparando para celebrar, con amor y gratitud, el centenario de la coronación canónica de Nuestra Señora de la Altagracia, Madre y Protectora de vuestro pueblo. Esta devoción mariana tan sentida por ustedes es un signo de las raíces cristianas que caracterizan y dan vida a su tierra. Por eso los exhorto a no desfallecer en su testimonio de fe, a cuidar y fortalecer, con el ejemplo y la intercesión de la Virgen María, su amor por Jesús y por la Iglesia. En esta circunstancia tan importante para la Nación dominicana, he querido enviar en mi representación a Mons. Edgar Peña Parra, Sustituto de la Secretaría de Estado, a quien también le he pedido que ponga a los pies de nuestra Madre de la Altagracia el homenaje filial del Papa, simbolizado en la rosa de oro.
Dios nos da en la Virgen una señal de su cercanía y de la infinita ternura con que Él nos cuida. La mirada amorosa de la Madre contemplando al Niño que duerme, confiado, en su regazo, es una invitación para que aprendamos a ver, a través de sus ojos, a Jesús presente en nuestros prójimos, y a recordar que formamos parte de una misma familia humana llamada a la convivencia fraterna y solidaria. La Virgen de la Altagracia ha sido para el pueblo dominicano fuente de unidad en los momentos difíciles, mano segura que sostiene enlas contrariedades que se presentan en el diario caminar. Con su protección y amparo, Ella nos impulsa a cuidar y mantener encendida la llama de la esperanza que nos legaron nuestros mayores en la fe, y a trasmitirla a los demás con humildad, confiando en la gracia del Señor.
Queridos hermanos y hermanas dominicanos, no tengan miedo de caminar todos juntos, más allá de divisiones y desconfianza, unidos en fraternidad, en la dirección que Jesús indica en el Evangelio. No duden en buscar con sencillez la voluntad de Dios, porque Él es Padre de ternura que abraza a todos y nunca nos abandona. Confíen en que su luz divina transforma los corazones y los lleva al encuentro con Él y con los hermanos; y tengan fe en que la fuerza del Espíritu Santo impulsa a realizar con alegría y constancia obras de amor y de bien en favor de quienes más lo necesitan.
Que Jesús los bendiga y Nuestra Señora de la Altagracia los proteja y acompañe. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
Roma, San Juan de Letrán, 15 de julio de 2022
Fraternalmente,
FRANCISCO